Parece que fuera poco lo que se ha descubierto. Colombia es un país en el que ningún escándalo basta y se hacen necesarias nuevas cochinadas para continuar aumentando la lista de abusos en contra del pueblo débil, del pueblo ciego y sin voz. La justicia y el periodismo, a medida que pasan los días, descubren y denuncian más y más casos de corrupción que desangran la patria y nos alejan de aquel sueño que tenemos para dejar de ser uno de los países más desiguales del mundo.
Los escándalos del Gobierno anterior –que me cansaría de enumerar-, el gravísimo problema de la Salud, el terrible caso de la corrupción en Bogotá en el que no refuto la participación del suspendido Alcalde y creo en Inocencio Meléndez cuando asegura que Moreno era “el Director de la orquesta”, entre otros.
Y ahora, en el transcurso de dos días, dos nuevos casos que considero el colmo del descaro: primero, el mismo Santos anunciando un desfalco de billones de pesos en la DIAN, debido al cobro de devolución del IVA con facturas falsas, en donde se encuentran implicados Ex funcionarios, Funcionarios y Particulares de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales. Y, en segundo lugar, “…250 mercados enviados por el Gobierno Nacional para los damnificados de la ola invernal (…)2000 colchonetas y unas 40 cajas de panela, las cuales se encuentran totalmente dañadas, descompuestas, fermentadas, derretidas y regadas por el piso” en una bodega de Cartagena. ¿Qué más falta? ¿Los colombianos ya tenemos el “cuero curtido” y nos resbalan los acontecimientos?
Hace varios meses escribía para este mismo espacio una entrada que pretendía invitar a los que visitaran el Blog, a que, si estaba en sus capacidades, aportaran algo para ayudar a los damnificados, por más pequeño que fuera, la idea era que sirviera. Pero ¿para qué?, seguramente esa cobija y las sábanas que envió mi mamá se encuentran abandonadas y en mal estado en alguna bodega del país.
Y en honor al recién desaparecido Facundo Cabral, he utilizado una de sus frases para nombrar este Post; porque creo que la pobreza de nuestro país no es tan sólo de carácter económico; creo que no es más pobre la madre cabeza de hogar del Atlántico que dejó de recibir las ayudas y se vio obligada a pedir limosna en un puente vehicular, en comparación con la pobreza extrema, pero de tipo moral, que sufren los funcionarios públicos, los políticos y todos aquellos a los que el pueblo confía sus recursos, sus aportes y su esperanza de ver a su país salir de las listas negras en las que se encuentra.
Los pobres no tendrán qué comer ni donde dormir, pero a ellos lo único que les interesa es sacar a sus familias adelante; si se ven obligados a delinquir para alimentarse, es gracias a los otros pobres que sí tienen qué comer y duermen bajo cómodos y lujosos techos, pero que no les alcanzan los miserables millones que ganan y convierten los recursos del Estado y del Pueblo en cuentas bancarias personales.
¿Hasta dónde vamos a llegar los colombianos? ¿Acaso lo que deseamos no es olvidar nuestra asquerosa historia y escribir lo que viene despacio y con buena letra? Ya ni siquiera estamos con el agua al cuello sino completamente cubiertos, ahogados y desesperados, pero parece que nos estamos adaptando. Somos como el Titanic mientras se hunde, los que se salvan son los de primera clase, para el resto tal vez no alcancen los chalecos salva vidas.
Javier Abril Páez