Alejandro Moreno ‘Gamba’
es un joven bogotano amante del longboarding, el deporte en el que una tabla un
poco más larga que las convencionales y la velocidad crean el modelo de vida,
por el cual él vive y trabaja para suplir los elevados gastos que este implica.
Alejandro Gómez Niño.
Aquella mujer de
unos cuarenta años de edad se acerca a
Gamba indagando por la colección de clásicos de Stanley kubrick y por una de
las mejores películas de kusturica “Gato
negro, gato blanco”. Gamba se muestra seguro y responde a la petición “todas
las tengo, pero ya sabes que por ser cine arte son a tres mil” –dijo- en
cuestión de segundos le muestra los Cd’s que empacados en una bolsa transparente
y con su respectiva carátula terminarán por satisfacer los deseos de aquella dama
que se interesó por pasar un rato ameno al lado de grandes filmes que han
marcado la historia.
Este es el
diario vivir de Gamba, inmiscuido dentro de miles de películas. Él es un buen
conocedor del cine comercial, y del cine arte; un joven que a pesar de sus
tatuajes y su aspecto agresivo sabe persuadir al cliente para que termine
comprando las películas, que son las que sustentan su deporte y le hacen
perseguir su sueño mas frecuente: conseguir el patrocinio y ser admirado por su
destreza en el longboard, el cual es el motor de vida de este avezado joven que
demuestra su pericia en las empinadas calles bogotanas.
Son ya pasadas
las dos de la tarde y mientras llega la hora del almuerzo Gamba se empieza a poner
efusivo pues me comenta “Mi perro, después de el medio día, la tarde se pasa al
flete, y vamos es a montarles entonados, para que vean a tu papi”. El brillo en
sus ojos es algo indescriptible, al hablar de su tabla lo hace con el mayor
apego posible, la muestra magnificada, para el longboard es como la vida misma.
La razón por la cual dedica extenuantes horas laborales para sacar unos ratos
de goce junto a su tabla que parecen algo efímero comparado con todos los
sacrificios que día a día él realiza para mantener la chispa de la velocidad y
los derrapes en su mente.
Mientras
transcurre el almuerzo, gamba está sentado tras el mostrador, y entre risas y
burlas hablamos de forma peyorativa de
algunos de los otros Raiders, (nombre
que reciben los que practican el longboard), --“Usted sabe, Alejo, que nosotros
no tenemos las lucas, tenemos es que mostrarnos como somos, humildes pero ásperos
para montar, y pues el que nos quiera será nuestro amigo, pero el que no, pues
ni quita ni pone. Mi perro, para mí esto no es de plata es de amor a la
tablita, Pá”. Mientras tanto decido salir y encender un cigarrillo. Luego de
pensar un poco entiendo que en una gran parte ese pedazo de madera con trucks y
ruedas se ha convertido en una parte fundamental de mi vida, y es allí donde
comprendo la euforia con la que habla mi amigo de su patineta.
Al ingresar de
nuevo en el centro comercial localizado en el centro de Bogotá, limítrofe a la
calle novena con carrera 16, encuentro a Gamba proyectando en el televisor de
su local un video que muestra algunos de los exponentes con mayor categoría
dentro del longboard. Es tal pasión, que él imita los movimientos, para más
tarde reproducirlos encima de su tabla. Ignorando mi presencia sigue persuadido
por las escenas que muestran las habilidades de aquellos sujetos frente al
deporte. Finalmente se alerta de que estoy observándolo, me evade con un gesto
de camaradería y nuestra charla prosigue.
Gamba me cuenta
con lujo de detalles aquella historia que de
repente había escuchado, pero nunca con el detenimiento que ésta merece
Él vive en el barrio Córdoba, al sur de la ciudad, cerca a la iglesia del 20 de
julio, y todas las mañanas junto a su
madre se levanta para cumplir con su labor. Es una persona humilde pero con
grandes sueños, evidenciados en la pasión de su tono de voz, en la motivación
que son su madre, su novia y su
patineta. Grandes motivos que lo mantienen aferrado a la vida, aquella
que suele golpear a unos más que otros, pero que a pesar de que a él no le ha
tocado un round equilibrado ha sabido mantenerse erguido hasta el final.
Hasta que por
fin llega la tan anhelada hora de salida,
que hoy se acortó un poco, gracias a las largas charlas que compartimos.
Gamba toma la maleta y su adorada tabla, saca un par de candados y con ellos
asegura el local para que no corra ningún riesgo durante las horas nocturnas;
salimos y tomamos un bus rumbo a la diecisiete sur, el lugar donde llegan el
resto de nuestros amigos para emprender el camino hacia el Parque Nacional,
pues es allí donde se concentra la mayor población que practica el
longboarding.
Arribamos
al parque a eso de las 8 p.m, allí los ambientes cambian, el hombre serio y
puesto en su sitio entra en confianza y se deshace de los ademanes que tiene
que tener con sus clientes, para enterar en un ambiente de más camaradería y
chistes entre amigos. La noche pinta un poco fría y después de un par de bromas
y comentarios, gamba saca de su maleta el casco y los guantes, protección
fundamental para poder montar, parece que la faena está a punto de empezar.
Ya equipado y
con un previo calentamiento Alejandro emprende la subida de la pendiente que le
dará la velocidad suficiente para realizar los vistosos derrapes de los que se
siente tan orgulloso. El resto de los colegas nos quedamos abajo poniendo a
punto nuestras tablas, y equipándonos con la protección adecuada. De repente el
sonido de un derrape suena y la mirada se volcó sobre la pista, es Gamba descendiendo
por la cúspide del parque y realizando los peculiares Stand ups (tipo de
derrape) que son admirados por muchos y por algunos otros vistos como un reto
al que se necesita afrontar con el nivel suficiente. Por un momento el ambiente
se silencia y se aprecia del espectáculo de aquel joven que parece establecer
la combinación perfecta con su longboard, que al hacer rechinar las ruedas lo
hace con un estilo promisorio y lleno de talento, al que se le nota el placer
de brindar un espectáculo que libera su adrenalina y lo convierte en un
personaje admirado en el parque.
Algunos
comentan, otros sólo miran, pero lo que está claro es que Gamba es uno de los
Raiders con mayor nivel y manejo de la
pista, y que pese a su condición social sigue luchando por el sueño de
convertirse en uno de los mejores exponentes del deporte en nuestro país. Un
sueño que se alimenta día a día, un sueño lleno de perseverancia e ilusión, un
estilo de vida al que muchos le agregan el factor monetario, pero al que Gamba
sólo le aportó el talento.
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