miércoles, 21 de septiembre de 2011

UNA VIDA SOBRE RUEDAS.



Alejandro Moreno ‘Gamba’ es un joven bogotano amante del longboarding, el deporte en el que una tabla un poco más larga que las convencionales y la velocidad crean el modelo de vida, por el cual él vive y trabaja para suplir los elevados gastos que este implica.
Alejandro Gómez Niño.

Aquella mujer de unos cuarenta  años de edad se acerca a Gamba indagando por la colección de clásicos de Stanley kubrick y por una de las mejores películas de kusturica “Gato negro, gato blanco”. Gamba se muestra seguro y responde a la petición “todas las tengo, pero ya sabes que por ser cine arte son a tres mil” –dijo- en cuestión de segundos le muestra los Cd’s que empacados en una bolsa transparente y con su respectiva carátula terminarán por satisfacer los deseos de aquella dama que se interesó por pasar un rato ameno al lado de grandes filmes que han marcado la historia.

Este es el diario vivir de Gamba, inmiscuido dentro de miles de películas. Él es un buen conocedor del cine comercial, y del cine arte; un joven que a pesar de sus tatuajes y su aspecto agresivo sabe persuadir al cliente para que termine comprando las películas, que son las que sustentan su deporte y le hacen perseguir su sueño mas frecuente: conseguir el patrocinio y ser admirado por su destreza en el longboard, el cual es el motor de vida de este avezado joven que demuestra su pericia en las empinadas calles bogotanas.
Son ya pasadas las dos de la tarde y mientras llega la hora del almuerzo Gamba se empieza a poner efusivo pues me comenta “Mi perro, después de el medio día, la tarde se pasa al flete, y vamos es a montarles entonados, para que vean a tu papi”. El brillo en sus ojos es algo indescriptible, al hablar de su tabla lo hace con el mayor apego posible, la muestra magnificada, para el longboard es como la vida misma. La razón por la cual dedica extenuantes horas laborales para sacar unos ratos de goce junto a su tabla que parecen algo efímero comparado con todos los sacrificios que día a día él realiza para mantener la chispa de la velocidad y los derrapes en su mente.

Mientras transcurre el almuerzo, gamba está sentado tras el mostrador, y entre risas y burlas  hablamos de forma peyorativa de algunos de los otros Raiders, (nombre que reciben los que practican el longboard), --“Usted sabe, Alejo, que nosotros no tenemos las lucas, tenemos es que mostrarnos como somos, humildes pero ásperos para montar, y pues el que nos quiera será nuestro amigo, pero el que no, pues ni quita ni pone. Mi perro, para mí esto no es de plata es de amor a la tablita, Pá”. Mientras tanto decido salir y encender un cigarrillo. Luego de pensar un poco entiendo que en una gran parte ese pedazo de madera con trucks y ruedas se ha convertido en una parte fundamental de mi vida, y es allí donde comprendo la euforia con la que habla mi amigo de su patineta.

Al ingresar de nuevo en el centro comercial localizado en el centro de Bogotá, limítrofe a la calle novena con carrera 16, encuentro a Gamba proyectando en el televisor de su local un video que muestra algunos de los exponentes con mayor categoría dentro del longboard. Es tal pasión, que él imita los movimientos, para más tarde reproducirlos encima de su tabla. Ignorando mi presencia sigue persuadido por las escenas que muestran las habilidades de aquellos sujetos frente al deporte. Finalmente se alerta de que estoy observándolo, me evade con un gesto de camaradería y nuestra charla prosigue.
Gamba me cuenta con lujo de detalles aquella historia que de  repente había escuchado, pero nunca con el detenimiento que ésta merece Él vive en el barrio Córdoba, al sur de la ciudad, cerca a la iglesia del 20 de julio, y todas las mañanas junto a  su madre se levanta para cumplir con su labor. Es una persona humilde pero con grandes sueños, evidenciados en la pasión de su tono de voz, en la motivación que son su madre, su novia y su  patineta. Grandes motivos que lo mantienen aferrado a la vida, aquella que suele golpear a unos más que otros, pero que a pesar de que a él no le ha tocado un round equilibrado ha sabido mantenerse erguido hasta el final.

Hasta que por fin llega la tan anhelada hora de salida,  que hoy se acortó un poco, gracias a las largas charlas que compartimos. Gamba toma la maleta y su adorada tabla, saca un par de candados y con ellos asegura el local para que no corra ningún riesgo durante las horas nocturnas; salimos y tomamos un bus rumbo a la diecisiete sur, el lugar donde llegan el resto de nuestros amigos para emprender el camino hacia el Parque Nacional, pues es allí donde se concentra la mayor población que practica el longboarding.
Arribamos al parque a eso de las 8 p.m, allí los ambientes cambian, el hombre serio y puesto en su sitio entra en confianza y se deshace de los ademanes que tiene que tener con sus clientes, para enterar en un ambiente de más camaradería y chistes entre amigos. La noche pinta un poco fría y después de un par de bromas y comentarios, gamba saca de su maleta el casco y los guantes, protección fundamental para poder montar, parece que la faena está a punto de empezar.

Ya equipado y con un previo calentamiento Alejandro emprende la subida de la pendiente que le dará la velocidad suficiente para realizar los vistosos derrapes de los que se siente tan orgulloso. El resto de los colegas nos quedamos abajo poniendo a punto nuestras tablas, y equipándonos con la protección adecuada. De repente el sonido de un derrape suena y la mirada se volcó sobre la pista, es Gamba descendiendo por la cúspide del parque y realizando los peculiares Stand ups (tipo de derrape) que son admirados por muchos y por algunos otros vistos como un reto al que se necesita afrontar con el nivel suficiente. Por un momento el ambiente se silencia y se aprecia del espectáculo de aquel joven que parece establecer la combinación perfecta con su longboard, que al hacer rechinar las ruedas lo hace con un estilo promisorio y lleno de talento, al que se le nota el placer de brindar un espectáculo que libera su adrenalina y lo convierte en un personaje admirado en el parque.

Algunos comentan, otros sólo miran, pero lo que está claro es que Gamba es uno de los Raiders con  mayor nivel y manejo de la pista, y que pese a su condición social sigue luchando por el sueño de convertirse en uno de los mejores exponentes del deporte en nuestro país. Un sueño que se alimenta día a día, un sueño lleno de perseverancia e ilusión, un estilo de vida al que muchos le agregan el factor monetario, pero al que Gamba sólo le aportó el talento.

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